martes, 13 de junio de 2017

Las emociones y el cáncer



   Apenas hace algunos años se ha empezado a tomar en cuenta los aspectos psicológicos del paciente con cáncer.
 
   Por fin se empieza a ver que no sólo somos  mamas, pulmones, células, riñones y piel, que también somos emociones y  pensamientos.
   
   Parece ser que hemos querido empezar a mirar dentro de este mundo interno tan subjetivo, tan personal, tan enredado y a la vez tan importante para el paciente y familia. 

   Entonces surge la duda,  como familiar, ¿puedo ayudar a la mejora de su estado emocional?
O si eres paciente, ¿crees que puedes hacer algo para mejorar tu estado de ánimo? 
Por supuesto que sí! Lo primero es entender tu proceso o lo que la otra persona está pasando. En Psicología lo llamamos empatía, pero no es fácil, no lo es.

Cómo muchos pacientes nos dicen, para poder saber lo que se siente al tener esta enfermedad, es necesario pasarla. Y es verdad, tal vez no podamos sentir exactamente lo que ellos sienten, pero si podemos aprender a entender, y con esto ya estamos empezando a ayudar.

Entenderemos los cambios de humor, las lágrimas, las risas espontáneas, el insomnio, el mutismo, el abrazo, la rabia, el cambio de prioridades, la mirada ausente…… por lo tanto, estaremos más unidos, y la unidad es una de las mejores medicinas para el alma y la psique.
Ahora bien, ¿Cómo lo hacemos? ¿cómo entendemos?
Imagina por un momento lo siguiente:
Desde que nacemos y a lo largo de toda nuestra vida vamos creando nuestro propio puzzle personal. Las piezas de dicho puzzle son la familia, los sueños, los amigos, los miedos, las experiencias…

  En la infancia las piezas centrales y de mayor tamaño son los padres o tutores, se crean las primeras piezas de apego, las primeras piezas de miedo (a la oscuridad, a quedarse solo…) que si vivimos en un entorno amoroso y saludable ayudarán a disminuirlas o de hecho a eliminarlas.
Conforme vamos creciendo las piezas van cambiando de forma, de tamaño, de contenido y de importancia. Nadie controla ésta disposición, sólo tú. Sólo tú tienes este poder.

En la adolescencia la pieza central son los amigos, la pieza de los padres se hace a un lado, añades la pieza del primer amor, la pieza del primer desamor, es decir, vamos quitando y poniendo piezas según vamos aprendiendo y viviendo.

   El puzzle nunca está estático, está vivo, como tú. Y siempre lo estás cambiando de manera inconsciente. Añades sueños, eliminas metas, quitas algún borde para que encaje una pieza con otra. Lo acomodas a tú gusto, esto te da seguridad, es la sensación de control de tu propia vida.

    Cuando llega una enfermedad, cómo el cáncer, es cómo si alguien llegara y ¡puf! de un manotazo lo destruyese, las piezas salen volando, pierdes la seguridad, estás confundido, en shock, muy enfadado por esta intrusión.

   De repente no sabes por dónde tirar, por dónde seguir, sabes que necesitas armar nuevamente tu puzzle pero tienes que redescubrir y analizar cuántas y cuáles piezas te quedan….. y te das cuenta que tus piezas han cambiado.

    Reconoces que la pieza del trabajo igual y no era tan importante cómo creías. Aumentas la pieza de la familia, le das más espacio. Te das  cuenta que la pieza de los amigos es más pequeña de lo que pensabas o todo lo contrario, te sorprendes por la cantidad de gente que te apoya.

   El cáncer no sólo destruye tu puzzle, sino además te obliga a incluir piezas nuevas.
Una de ellas la incertidumbre, ¿cuánto espacio decides darle? ¿la pones en el centro? ¿la nombras protagonista de tu puzzle? ¿o le das un espacio y sitio justo que te permita vivir y estar en paz?

   La pieza del tiempo cambia de tono, ahora eres más consciente y aprendes a valorar más el tiempo, el tiempo de calidad que pasas con tus seres queridos, el tiempo que pierdes enfadándote con cosas vanales.

    Este es el mundo interno de un paciente oncológico. Si te detienes y analizas esto, podrás entender los cambios de humor, los silencios, la desconfianza, la necesidad de sentirse amado….

    Imagina que llevas 20, 30, 40, 50, o 60 años construyendo tu propio puzzle personal, toda tu vida!

No podemos pedirle que lo construya en 2 meses ni en 9.

Dale tiempo, espacio y amor. Ayúdale a construir su puzzle, hazle saber lo importante que es para tí, y lo bien que lo está haciendo. Ayúdale a reducir de tamaño las piezas incómodas, cómo el miedo. Construye con él/ella piezas nuevas con nuevas aficiones, nuevas actividades.
 
Podemos hacer mucho más de lo que nos imaginamos! Sólo es cuestión de entender  y querer!. 

Así que lee, infórmate, fórmate, tanto si eres paciente como si eres familiar. Esto te dará las herramientas para poder afrontar la enfermedad mucho, mucho mejor.

Somatizaciones, lo que nos dice el cuerpo


 

¿Cuántas veces nos ha dolido la cabeza ya que hemos tenido un día sumamente estresante? ¿Cuándo nos ha costado digerir algo que nos ha pasado y hemos acabado con dolores o molestias en el estómago? ¿y esa sensación de cansancio aunque no hayamos hecho nada? En psicología, hablamos de somatizaciones cuando alguna persona nos habla de ello y no hay causa médica que justifique estas molestias.


¿Qué son las somatizaciones?

Entendemos que una persona está somatizando cuando tiene molestias en el cuerpo como consecuencia de algún problema de tipo emocional o psicológico. En cierta manera, podríamos decir que es un mensaje que nos da el cuerpo para resolver la situación y aprender a gestionarlo de manera diferente.
Algunos ejemplos de somatizaciones frecuentes son:
  • Dolor de cabeza
  • Sensación de cansancio
  • Problemas estomacales y/o intestinales
  • Contracturas en la espalda o cervicales
  • Bruixismo o rechinar de los dientes mientras dormimos
  • Alteraciones en la menstruación
  • Afonía o perder la voz
¿Qué podemos hacer? 

Primero de todo, es importante es identificar los detonantes. ¿Qué situaciones han pasado ese día o en el último tiempo que puedan explicar esa molestia? Para ello, puede ser interesante escuchar el propio cuerpo y el propio malestar para ver qué nos quiere decir. Por ejemplo, cuando nos duele la espalda puede significar que estamos cargando muchos temas e, incluso, temas que no nos corresponden. Por ello, es necesario valorar el dolor y el mensaje que nos está proporcionando.
En segundo lugar, una vez identificado los detonantes, es importante buscar maneras alternativas para poder hacerle frente.
  • ¿Me estoy encargando de demasiadas cosas? Hay que valorar la opción de delegar y/o priorizar aquellos aspectos más importantes y urgentes desestimando aquellos que puedan ser secundarios.
  • ¿Me he enfadado, pero no he dicho nada? La rabia, como las demás emociones, la hemos de dejar salir y expresar. En caso de que resulte difícil comunicarlo a la otra persona, buscar alternativas saludables para externalizar esta emoción activa como puede ser el deporte, el arte, la escritura, etc.
  • ¿Estoy pasando una época con más ansiedad por algún tema del entorno? En ocasiones, las circunstancias que nos rodean no las podemos modificar pero sí nuestra actitud a ella. En este sentido, es conveniente hacer un trabajo de los propios pensamientos limitante así como aprender o ejercicios de relajación y respiración.
Para acabar, pero no menos importante, es necesario aprender a cuidarse a uno mismo. Buscar válvulas de escape propias y actividades agradables que nos permitan equilibrar la balanza para disminuir el propio malestar.